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Nuestro Padre Celestial tiene una misión para nosotros

Una grabación original de este discurso está disponible en churchhistorianspress.org (por cortesía de la Biblioteca de Historia de la Iglesia).

Charla fogonera

Salt Lake City, Utah

28 de abril de 2012

hermanas misioneras con dos mujeres

Judy Brummer cuando era misionera en Queenstown, Sudáfrica. Aproximadamente 1980. La hermana Brummer (en la imagen, la segunda por la derecha), nativa de Sudáfrica, fue la primera misionera Santo de los Últimos Días que hablaba fluidamente el idioma xhosa. (Fotografía propiedad de la familia. Por cortesía de Judy Brummer).

Judy Bester Brummer (n. 1956) creció en una granja en Sudáfrica, donde su padre, Johan Bester, criaba ovejas merino, de las que obtenía lana; cabras de Angora, de las que obtenía mohair; y reses con las que competía en exhibiciones agrícolas1. Su madre, Gwenna Rundell Stocks Bester, administraba el hogar y dio clases a sus hijos en casa hasta que cumplieron diez años y tuvieron que asistir a la escuela por ley. La familia conservó el vínculo a largo plazo con sus sirvientes, que eran miembros de la tribu xhosa2. Cuando Gwenna llegó al rancho familiar recién casada, Maggie (Notholi Dikane) era la cocinera; cuando Gwenna, ya anciana, se trasladó a un hogar para personas mayores muchos años después, Maggie seguía siendo la cocinera. Jane (Nowinsi Xhashimba) era la muchacha de la limpieza, y Lizzie (Nowinele Skeyi) lavaba la ropa3. La hija de Lizzie, Sindie (Sintombi Skeyi), y la hija de Jane, Tombe (Ntombisi Xhashimba), eran las mejores amigas de la pequeña Brummer. De las niñas, solo Brummer hablaba inglés, de modo que las amigas siempre se comunicaban en xhosa4.

Los primeros misioneros Santos de los Últimos Días asignados a servir en África llegaron a Sudáfrica en 1853, pero la obra avanzó esporádicamente hasta que los misioneros regresaron de manera permanente en 19445. La primera estaca sudafricana, en Johannesburgo, se organizó en 1970, seguida de una en Durban, en 1981; y otra en Ciudad del Cabo, en 1984; ambas en torno a la época en que la hermana Brummer sirvió una misión en Queenstown6. El crecimiento del número de miembros era lento, en parte a causa de que muchos conversos en el siglo diecinueve emigraban a regiones donde había mayores concentraciones de miembros de la Iglesia7. También hubo largos períodos en los que la guerra interrumpió la obra misional en el país. Además, antes de 1978 la Iglesia no permitía que los hombres de raza negra de ascendencia africana fueran ordenados al sacerdocio, ni que los hombres y las mujeres de raza negra adorasen en el templo; como resultado, los miembros de la Iglesia en Sudáfrica eran mayoritariamente de raza blanca, y la Iglesia estaba principalmente establecida en regiones en las que se hablaba inglés o afrikáans. Al servir entre 1980 y 1982, unos pocos años después de que se pusiera fin a la restricción de la ordenación al sacerdocio y la adoración en el templo, la hermana Brummer fue parte de la primera oleada de misioneros que hicieron proselitismo principalmente en los municipios y las reservas tribales de los sudafricanos de raza negra. Su fluidez en el idioma xhosa resultó crucial en su labor misional. Después de su misión, ella también ayudó a traducir grandes fragmentos del Libro de Mormón al xhosa8.

Después de su misión, la hermana Brummer contrajo matrimonio con el sudafricano André Brummer, quien había sido líder de su distrito misional durante los últimos meses de su misión9. Mientras criaban a sus hijos, se cansaron de la alta tasa de criminalidad en su país, donde tenían que abrir cuatro de las cinco verjas de seguridad para que sus hijos pudieran salir a montar en bicicleta. Se trasladaron a Utah en 1993 para que André estudiara Relaciones internacionales en la Universidad Brigham Young, y permanecieron allí ya que él encontró empleo en una empresa de genealogía en línea10.

La hermana Brummer estima que ha dado diferentes versiones del siguiente discurso cientos de veces desde 2001, hablando dos o tres veces al mes11. Por lo general discursa en Utah, aunque también ha viajado para discursar en California, Texas, Arizona y Oklahoma12. Ella dice que hace este esfuerzo porque cree, según lo que sus oyentes le han manifestado, que “el testimonio de las personas ha sido fortalecido”13. El texto que se presenta aquí es un extracto de una versión del discurso de la hermana Brummer pronunciado en un centro de reuniones en Salt Lake City; fue grabado por Dan y Edith Baker, misioneros que prestan servicio en la Misión de Historia Familiar e Historia de la Iglesia en las Oficinas Generales de la Iglesia.

Me siento muy honrada y feliz de estar aquí esta mañana, y les agradezco a todos que hayan venido. Estoy tan agradecida.

Al contarles la historia de cómo me crie en Sudáfrica, quiero que piensen y se hagan la siguiente pregunta: ¿Prepara nuestro Padre Celestial una vía con anticipación, o todo esto es una gran coincidencia?

Crecí en un rancho en Karoo, Sudáfrica14, en el seno de una familia metodista. Me encanta mi familia metodista; ellos son trabajadores, buenos, honestos y decentes ratones de campo y de granja. Estoy sinceramente agradecida por la herencia que he recibido y por haber nacido en esa familia.

Mi madre asistió a la escuela privada más cara del continente africano; también fue a la Universidad de Rhodes, y obtuvo dos títulos universitarios15. Ella falleció hace dos veranos, a los ochenta y cinco años de edad16. En aquellos días era extremadamente inusual, incluso para las mujeres blancas en Sudáfrica, haber recibido ese tipo de educación. Dado que no tenía hermanos, la educación fue algo que se pudo permitir. Mi madre obtuvo su licenciatura en Matemáticas; era una mujer muy inteligente y, personalmente, no creo que haya que tener una licenciatura en Matemáticas para leer la Biblia y concluir que uno y uno y uno son tres sujetos diferentes.

Yo tuve una mamá metodista que me enseñó doctrina mormona. Otra cosa por la que estoy eternamente agradecida es porque mi madre, y espero que todas las madres que hoy se encuentran aquí traten de hacer esto por sus hijos —o por sus futuros hijos—, mi madre nos enseñó en cuanto al poder de Dios. Ella nos enseñó que al Dios Todopoderoso se le llama “Todopoderoso” por algo. Él puede hacer cualquier cosa, en cualquier lugar y en cualquier momento. Cuán agradecida estoy por haber crecido en un hogar donde uno cree que el Padre Celestial puede extender Su mano e intervenir en su vida y dar respuesta a sus oraciones. ¿No es mucho más probable que le pidamos ayuda si realmente creemos que Él puede hacer cualquier cosa, en cualquier lugar y en cualquier momento?

Cuanto más tiempo vivo, más convencida estoy de que mi madre tenía mucho en común con Moroni, quien en el último capítulo del Libro de Mormón utiliza la palabra “poder”, no una ni dos, sino diez veces17. Y recordemos que Moroni no estaba tecleando en una computadora portátil; él estaba grabando sobre planchas de oro cuando escribió, en Moroni 10: “[No] neguéis el poder de Dios”. Y luego repitió: “[Si]… no negáis su poder…”. Creo que Moroni deseaba que nosotros, en estos últimos días, reconociéramos, recordáramos y creyéramos en el poder del Todopoderoso18. Estoy extremadamente agradecida a mi madre por enseñarme esas dos cosas.

Si ustedes hubieran crecido en Karoo, donde yo crecí, a los seis años de edad les habrían enviado a un internado de la ciudad donde todos serían de raza blanca, por causa de la segregación racial19. A los padres no se les permitía escolarizar a sus hijos en casa si vivían en regiones del interior, a menos que el progenitor que les enseñase estuviese cualificado como maestro. Piensen en la película Australia… Nosotros vivíamos en el interior, en esa finca familiar blanca20. Si se pusieran frente a la casa y dieran un giro de 360º, no verían señales de ninguna otra forma de vida humana. Mi padre era propietario de un rancho de 10.000 acres (casi 4.050 hectáreas), así que cuando era pequeña yo creía que era propietario del mundo entero.

En Sudáfrica hay once idiomas oficiales y, si eras blanco, crecías hablando inglés (si eras de origen británico como yo) o afrikáans, como mi esposo. Es principalmente holandés, con un poco de alemán y francés mezclado. La población africana de raza negra pertenece a nueve tribus diferentes, y cada una de ellas tiene su propio idioma. Por ejemplo, los zulúes hablan isiZulu, los sothos hablan isiSotho, los tswanas hablan isiTtswana, y los xhosas hablan isiXhosa. Las familias que vivían en nuestro rancho hablaban isiXhosa. Pertenecían a la tribu de los xhosas. Estoy segura de que han oído hablar de Nelson Mandela y Thabo Mbeki; ellos son hombres xhosa que pertenecen a la tribu xhosa y hablan isiXhosa21.

Todos nuestros sirvientes pertenecían a la tribu xhosa por lo que, siendo bebé, aprendí a hablar dos idiomas a la vez. No tengo recuerdos de aprender a hablar xhosa. Simplemente crecía y pensaba: “Bueno, cuando ves a una persona de raza negra chasqueas la lengua, y cuando ves a una persona de raza blanca hablas inglés”. De niña ni siquiera tenía idea de que estuviera aprendiendo dos idiomas a la vez, pero ambos eran mi “lengua materna”, porque tenía una mamá blanca y tres mamás negras que me criaban.

Ahora voy a adelantarme hasta cuando estaba en el internado. Como mi madre tenía esas dos titulaciones, las estrictas directrices gubernamentales le permitieron educarnos en casa durante cuatro años. En lugar de enviarme al internado para personas de raza blanca a los seis años de edad, a mí solo me enviaron a ese internado a los diez. A los diez años de edad, si has estado hablando un idioma durante diez años este está prácticamente empernado en lo más profundo de tu cerebro, y no se te olvida. Algunos de los niños blancos que crecieron en la zona olvidaron los idiomas africanos cuando les enviaron a las escuelas para niños blancos. Pero piensen en mi madre; como ella tenía esta formación, la cual era extremadamente inusual, yo pude permanecer en el rancho hasta los diez años.

Cuando estuve en el internado durante la etapa de secundaria, leí un libro escrito por un ministro religioso titulado La cruz y el puñal, y recuerdo que pensé: “¡Qué cometido tan noble!”22. David Wilkerson, ese ministro, escribió acerca de cómo utilizó él el Evangelio para elevar a los oprimidos después de la Segunda Guerra Mundial. Yo pensaba que tal vez podría hacer lo mismo. De modo que cuando salí del internado y me gradué de secundaria, fui a la Universidad de Rhodes y me apunté a algunas clases de ciencias sociales. Pensaba que tal vez podría dedicarme al bienestar o el trabajo social.

Tenía una amiga del internado, y ella me miró un día y me dijo: “Judy, tú hablas xhosa fluidamente; ¿por qué no te apuntas para estudiar xhosa?”, ya que necesitaba una asignatura más. Cuando tienes dieciocho años siempre buscas el camino fácil. Ella dijo: “estudiar eso te resultará muy fácil”. Así que, por puro accidente, me inscribí en clases de xhosa. Podía hablarlo fluidamente, y lo había hablado toda mi vida, pero nunca había aprendido a leerlo y escribirlo. Me encontré en una clase de xhosa con un profesor blanco que había pasado muchas horas tratando de aprender ese idioma de chasquidos. El xhosa es el idioma más difícil sobre la faz de la tierra, porque cuando hablas xhosa, algunas veces haces sonidos inhalando, y otras veces exhalando. Cuando hablas inglés exhalas, y todos los sonidos se hacen expulsando aire de los pulmones, pero cuando hablas xhosa es diferente.

A mediados de 1978, en torno a la misma época en que nuestro amado Profeta, Spencer W. Kimball, recibió la revelación de que todo varón digno puede recibir el sacerdocio —estoy segura de que algunos de ustedes en esta sala pueden recordar con exactitud dónde estaban y lo que estaban haciendo ese día23—, en aquella época yo seguía siendo metodista y vivía en la Ciudad del Cabo, la ciudad más hermosa. De hecho, si preguntan a cualquier piloto internacional les dirá que Río de Janeiro y Ciudad del Cabo son las dos ciudades más bellas. Tienen montañas y océano. Yo vivía en Ciudad del Cabo en 1978, con una muy buena amiga del internado, Vivienne. Por aquel entonces conseguí un empleo que estaba lejos de ser tan noble como el trabajo social. Era el trabajo más glamuroso, mejor pagado y más cómodo de toda la Ciudad del Cabo. Una amiga mía que estudiaba Publicidad vio que en el periódico dominical había un anuncio a toda página, y me miró y dijo: “Judy, aquí te están describiendo. Deberías presentarte a este empleo y está muy bien remunerado”. Yo le dije: “Ya tengo un trabajo, así que ni siquiera voy a molestarme”. De modo que ella escribió una carta en mi nombre, y yo conseguí aquel cómodo trabajo excesivamente bien remunerado, para cosméticos Christian Dior. Cada año tenía un coche nuevo, y tenía que viajar por todo el extremo suroeste de Sudáfrica visitando de cinco a ocho tiendas al día como representante de Christian Dior. Uno podía hacer eso en una o dos horas, y luego ir a la playa el resto del día.

Mi compañera de apartamento, Vivienne, decía “Judy, tú eres la persona más afortunada de la tierra. Tienes la familia perfecta, el novio perfecto, y ahora el trabajo perfecto”. Me hizo sentir culpable. Cuando creces en un país en el que hay tantas personas desfavorecidas y tú eres tan bendecido, sientes cierto grado de culpabilidad. Así que decidimos ir a la iglesia para dar las gracias por nuestras bendiciones. Éramos cuatro muchachas: mi compañera de apartamento, Vivienne, y yo; y dos amigas del apartamento de arriba. Decidimos que iríamos a la iglesia para dar las gracias por el empleo de Judy Bester. Mis amigas también salían beneficiadas. Ellas recibían todos los probadores medio vacíos que yo tenía que retirar cuando llevaba un probador entero a las tiendas, de modo que mis amigas siempre olían a Christian Dior.

Como a mediados de 1978 íbamos a diferentes iglesias, comenzamos a ir a la iglesia para dar las gracias por mi trabajo. Íbamos y cada domingo nos mirábamos unas a otras y nos decíamos: “Nunca vamos a volver aquí”. Entonces a la semana siguiente probábamos con una iglesia diferente y decíamos lo mismo: “Nunca vamos a volver aquí”. Con el tiempo nos dimos por vencidas. Las cuatro nos sentamos juntas e hicimos un pacto de que nunca volveríamos a asistir a ninguna de esas iglesias. Era la cosa más aburrida que se podía hacer un domingo. De modo que decidimos que leeríamos la Biblia y seríamos “buenas personas”, lo cual no éramos, e iríamos a la playa de Clifton los domingos. Dejamos de buscar juntas.

Ya se pueden imaginar quién vino llamando a nuestra puerta. Siempre dije que el Padre Celestial sabía mucho como para enviar élderes a aquella puerta donde vivían esas cuatro jovencitas alocadas. Fueron dos hermanas misioneras sudafricanas. A cualquiera que haya criado a un misionero, o haya apoyado a un misionero, o haya sido misionero, le agradezco desde lo más profundo de mi corazón, porque recuerdo ese día con tanta claridad como si hubiese sucedido ayer. Vivienne, mi compañera de apartamento, y yo estábamos jugando al hockey sobre hierba afuera. Teníamos un entrenador que realmente trataba de mantenernos en forma. Estábamos sudorosas y acabábamos de entrar por la puerta de nuestro apartamento en Rondebosch, Ciudad del Cabo.

Era enero de 1979. Pues bien, enero es la estación de los melones; es pleno verano en el hemisferio sur, y estábamos en la cocina saciando nuestra sed con melón cuando alguien llamó fuertemente a la puerta. Al dirigirme a ella vi a esas dos hermanas. En aquella época yo tenía veintidós años, y la hermana Dicks tenía veintidós años, Ronell Dicks —actualmente es Ronell Wrench— y la hermana Louise Bell. Esta era más grande edad, pasaba de los cuarenta años y era viuda. La hermana Dicks era una misionera totalmente nuevita, y estaba muy nerviosa; con apuro dijo: “Buenas tardes, somos misioneras de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, más conocidos como los mormones, ¿le gustaría saber más?”. Miré el nombre en su placa y vi el nombre del Salvador, ¡y eso fue incluso antes de que lo agrandaran! Recuerdo que pensé: “¿Cómo se nos pudo pasar esta iglesia?”. Entonces, de repente pensé que sería mejor preguntarle a mi compañera de apartamento, Vivienne, si a ella le gustaría escuchar también, ya que unas semanas antes yo había dejado que un vagabundo entrara en el departamento—cuando digo departamento me refiero al apartamento—, y no podíamos librarnos de él. Mi compañera de apartamento, Vivienne, estaba bastante enojada conmigo, y me dijo: “No vuelvas a meter a otro bicho raro en este apartamento”. Les dije a las hermanas: “Esperen un minuto, le preguntaré a Viv”. Di unos pasos a la derecha y le dije a mi compañera de apartamento: “Vivienne, ¿te gustaría escuchar sobre la ‘iglesia morbosa’?”. Ella tenía la boca llena de melón y lo escupió por toda la mesa de la cocina, mientras se sujetaba el estómago y le daba un ataque de risa. Ustedes entenderán que nos riéramos de cosas que no son realmente graciosas. Comencé a reírme y ahí nos quedamos las dos, riéndonos a carcajadas y simplemente desternilladas.

De pronto, un pensamiento me vino a la mente: “No te atrevas a reírte de esas chicas; tú nunca tendrías el valor de hacer lo que ellas están haciendo. Déjalas entrar”. Así que fui a la puerta y les dije: “Pasen, por favor”. Nos invitaron a tomar asiento, dos amigas bajaron del apartamento de arriba y ellas nos enseñaron la primera charla. Recuerdo con claridad cómo nos enseñaron sobre la Primera Visión, sobre ese joven granjero… y a mí me encanta la gente de granja24. Somos personas realmente sencillas, y me sentí identificada. Hay algo especial en la gente de granja; simplemente me encanta la gente de granja.

Cuando dijeron que era un joven granjero del estado de Nueva York, de catorce años de edad, que no sabía a qué iglesia unirse, aquello me sonó vagamente familiar. Entonces fue a una arboleda, y luego le preguntó a Dios, el Eterno Padre, a qué iglesia debía unirse. Y los cielos se abrieron, y el Dios Todopoderoso, nuestro Padre, y Jesús, el Hijo, dos seres separados, se aparecieron al joven profeta José Smith; y ellos restauraron personalmente Su Iglesia de nuevo sobre la tierra en estos últimos días. Recuerdo que pensé: “¡Qué increíble!”.

La Primera Visión tuvo lugar en el año 1820. Recuerdo que lo primero que pensé fue: “Este es el acontecimiento más significativo de toda la cristiandad desde aquella primera Pascua de Resurrección de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. ¿Y cómo es posible que esa noticia haya tardado ciento sesenta años en cruzar el Atlántico?”. No podía creer que nunca antes hubiera oído hablar de la Primera Visión. Nos considerábamos personas educadas e ilustradas, y sin embargo nunca habíamos oído en cuanto al acontecimiento más significativo, al acontecimiento más importante.

Lo primero que pensé fue: “¿Qué les pasa a la BBC y a la CNN?”. Mi padre era un adicto a las noticias, y se suscribía a todos los noticieros. Teníamos todos los periódicos, él escuchaba las noticias en la radio por lo menos cinco veces al día y, sin embargo, nunca oímos de eso; me sentía un poco molesta y engañada. Así que, pensé, “será mejor que comience a hablar a mi familia acerca de la Restauración”. Se lo conté por teléfono; estaba tan emocionada… Les conté a todos lo que las misioneras me enseñaron. Luego, después de cada charla llamaba a toda mi familia y a mis amigos.

Me sorprendió mucho la reacción. Recibí una avalancha de literatura antimormona. Incluso enviaron a nuestro apartamento a tres ministros que me dijeran que no me uniera a este maligno culto procedente de los Estados Unidos y que tenía un profeta falso. Afortunadamente, yo era bastante insolente. Cuando los ministros fueron con sus túnicas negras y sus cuellos blancos a decirme que no me uniera a la Iglesia mormona les pregunté: “¿Por qué?”. Y un ministro dijo “oh, porque no son cristianos”. Yo defendí a los mormones y dije: “Le ruego que me perdone, reverendo, ¿cómo es posible que diga que los mormones no son cristianos? Ellos llevan chapas de identificación con el nombre del Salvador, y he estado varias veces en su Iglesia y está escrito en letras sobre latón, y pegado sobre los ladrillos en el exterior” y añadí: “¿Cómo es posible que diga que no son cristianos?”, a lo que él respondió: “Porque no pertenecen al CMI”. “¿Qué es el CMI?”, pregunté. Y respondió: “El Consejo Mundial de Iglesias”25.

Afortunadamente tenía municiones. Le dije “disculpe; acabo de leer la Biblia de principio a fin. ¿Puede decirme, por favor, el capítulo y el versículo en el que Jesús dice que hay que pertenecer al CMI? He estado leyendo en Santiago, capítulo uno, y nos explica la manera de reconocer la religión pura26. Y yo creo que los mormones son los mejores cristianos que he conocido jamás. He ido a su Sociedad de Socorro; ellas van de aquí para allá y llevan guisos a los enfermos, y cuidan de los hijos de otras personas cuando tienen un bebé, y cuidan de las viudas, y cuidan de los pobres. Ellos hacen algo admirable: ayunan una vez al mes y dan su dinero a los pobres”. Y, proseguí, “en Santiago 1:22 dice: ‘Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos’; y en el versículo veintiséis dice: ‘Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana’. Versículo veintisiete: ‘La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo’”.

Recuerdo que le dije al ministro que esos mormones eran las personas más inmaculadas que jamás había conocido, y que vivían su religión.

Me bauticé en abril de 1979. La razón por la que me bauticé fue que oré con un corazón sincero, con la verdadera intención de cambiar mis formas mundanas. Le rogué a Dios que me dijera si el Libro de Mormón era la palabra de Dios, y el Espíritu Santo testificó a mi corazón, con tanto poder que no pude atribuirlo a una mera emoción. Desde aquella misma oración supe que el Libro de Mormón era la palabra de Dios. Todavía puedo recordar ese sentimiento. Generalmente tengo muy mala memoria, pero recuerdo que me arrodillé con una misionera a cada lado y pregunté a Dios, sabiendo que Él bien podía decirme si el Libro de Mormón era la palabra de Dios.

Recuerdo aquel sentimiento en mi corazón. Ese fuego me atravesó el corazón. No fue simplemente una leve impresión; fue una sensación muy poderosa. Y desde aquella oración en adelante supe que el Libro de Mormón era la palabra de Dios, y ningún ministro podía decirme que esta no era la Iglesia que el mismo Jesús restauró sobre la tierra por medio del profeta José Smith. Pero incluso antes reconocí la verdad cuando las misioneras llamaron a mi puerta. Sentí el Espíritu. Estoy muy agradecida de que ellas fueran dignas de tener el Espíritu Santo consigo cuando nos enseñaron a mis amigas y a mí, aunque ninguna de mis amigas se bautizó.

Un año después decidí ir y servir una misión. Ahí fue cuando mi familia pensó que había traspasado el límite de la cordura. Mi madre me llamó. (Ellos seguían viviendo en el campo, y el ministro metodista les decía que los mormones no eran cristianos). Les dije a mis padres: “Creo con todo mi corazón que esta es la Iglesia que Jesús trajo de vuelta a la tierra en preparación para Su segunda venida. Lo creo con todo mi corazón”. Ellos dijeron: “No dejes ese trabajo tan bien remunerado; nunca volverás a encontrar un trabajo así, y nosotros no vamos a mantenerte durante tu misión ni después de esta”. Una vez más fui bastante insolente y respondí: “Sé que esta es la Iglesia del Señor. No se preocupen por mí; Él me cuidará dieciocho meses si tan solo tengo fe para caminar por el tablón. Él me sujetará cuando llegue al extremo”.

En 1980 le dije a mi presidente de rama que deseaba salir a una misión, y dos semanas después estaba en el campo misional27. Fue una llamada urgente desde Salt Lake City porque alguien había escuchado que yo podía hablar aquel idioma de los chasquidos. Había un hombre africano que se autodenominaba obispo Kowa y que había recibido cierta literatura de la Iglesia; él decidió que no esperaría ciento sesenta años a que los misioneros fueran a enseñarle, de modo que tomó una pieza de chapa ondulada, escribió sobre ella “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”, la colocó en el exterior de su choza de barro en Steynsburg y fue por todas partes predicando el Evangelio28. Él tenía congregaciones por todo Ciskei y Transkei, East London, Cemazili, Sada, Illinge, y más. En todos esos lugares había predicado el Evangelio29.

Me enteré de esto a través de un misionero AP [asistente del presidente] que estaba en la misión en aquel momento. Él dijo que el obispo Kowa decidió registrar La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Sudáfrica, solo para descubrir que las Oficinas Generales de la Iglesia en Salt Lake City ya lo habían hecho. Así que escribió una carta al Profeta, el presidente Kimball, y le preguntó si le gustaría fusionarse con su Iglesia. Escribió esa carta en afrikáans; creo que pensó que tal vez el presidente Kimball entendería afrikáans. La carta se tradujo y se volvió a enviar.

En torno al año 1979 enviaron a dos misioneros, ambos sudafricanos; uno de ellos era Peter Boyton30. Le enviaron a visitar al obispo Kowa, que por entonces tenía un enorme grupo de personas en su iglesia y que vivía de los diezmos de la gente. El obispo Kowa no podía entender inglés, y esos dos élderes no sabían hablar el idioma de los chasquidos. Como no podían comunicarse, finalmente se fueron de allí. Entonces el presidente de misión se había enterado de que yo podía hablar ese idioma. Dos semanas después yo estaba en el campo misional y estábamos hablando con el obispo Kowa. Era 1980.

El Señor había preparado a las personas de la tribu xhosa por medio del obispo Kowa, y para cuando yo llegué allí, había congregaciones de personas a quienes enseñar. En mi misión, yo traducía a los misioneros estadounidenses y sudafricanos. Pasé dieciocho meses en Queenstown, a unas dos horas de distancia de donde yo había crecido. Viajamos a Transkei y a Ciskei enseñando a esas personas31. El obispo Kowa venía con nosotras y decía: “Deben escuchar a estas personas”. Tuvimos un enorme éxito porque las personas habían sido preparadas por el Señor.

Bautizábamos a treinta, cuarenta, cincuenta personas de una vez. Recuerdo una ocasión en que teníamos cincuenta y cuatro personas preparadas para el bautismo, y solo había un matrimonio misionero, mi compañera y yo, así que había un solo poseedor del sacerdocio32. Tuvimos que telefonear a East London y decir: “Envíen a algunos élderes porque no es fácil bautizar a cincuenta y cuatro personas con un anciano caballero”33. Mi presidente de misión, Lowell D. Wood, me dijo por teléfono: “Lo lamento profundamente pero no vamos a trasladarla porque usted es la única que sabe hablar xhosa”. Así que pasé los dieciocho meses de mi misión en Queenstown. Con el tiempo llevaron a más misioneros, hasta que hubo un total de doce en aquella área, ¡y qué experiencia! Me encantó mi misión. Mi curva de aprendizaje era muy pronunciada, ya que solo llevaba un año en la Iglesia, pero aprendía los fundamentos una y otra vez. Estoy muy agradecida porque pude vender todo lo que tenía e ir a una misión.

La Iglesia hace todas las cosas con orden. Cuando estaba en la misión me pidieron que tradujera algunas cosas, y creo que lo primero que me pidieron que tradujera fue el nombre de la Iglesia, que es Ibandla lika Yesu Krestu Yaba Ngcwele beMihla yokuGqibela. ¿Alguien ha visto la película Los dioses deben estar locos? Bueno, es un idioma parecido34. Cuando enseñábamos y bautizábamos a las personas, teníamos la Biblia en xhosa, cuya traducción era muy deficiente, pero en cualquier caso teníamos la Biblia. Pero no había Libro de Mormón en xhosa, así que, cuando enseñábamos y los misioneros leían en el Libro de Mormón para enseñar el Evangelio, yo simplemente traducía de manera oral. Cosas como las oraciones de la Santa Cena o del bautismo las escribí en un papel para que se pudieran decir siempre exactamente igual.

¡Qué honor y privilegio fue para mí ver a esas personas a las que amaba venir al Evangelio! Yo había crecido con los xhosas, y los amaba muchísimo. Son personas muy espirituales y muy humildes. Recuerdo que cada vez que uno de ellos recibía el sacerdocio, yo miraba a ese jovencito de doce años y le decía: “¿Sabes que tienes más autoridad que la mayoría de los ministros que son famosos y reconocidos en la tierra?”. Simplemente me pasmaba pensar que esos pequeños descalzos de doce años de edad tenían el sacerdocio. No puedo describirles el gozo y la emoción de ver cómo esas personas eran bautizadas, y ver cómo el Evangelio los elevaba por encima de algunas de las condiciones extremas en que se hallaban.

Uno de mis pasajes favoritos de las Escrituras se encuentra en Juan 8:32. Dice: “[Y] conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. La verdad, tal como la enseñan los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es la mejor verdad que se puede tener. Esa es la mejor libertad que se puede tener. Recuerdo que les dije a esas personas africanas: “Puede que estén oprimidas por el apartheid, pero ahora tienen el sacerdocio. Ahora tienen la mayor libertad de la tierra”.

Si saben algo de África, hay muchos problemas, no solo en Sudáfrica, con cosas como la hechicería, la adoración a los antepasados, el SIDA y las cosas que han sometido al continente africano. El Evangelio ayuda a las personas; eleva a la gente por encima de ese estado. Es tal ahora mi emoción cuando recibo cartas de las personas que bautizamos hace treinta años… Sus hijos están sirviendo misiones y yendo al templo. No puedo describir el gozo. Hace unas semanas me enteré de que las misiones sudafricanas tienen la tasa de retención más alta, ya que la gente permanece en la Iglesia35.

Cuando estaba en la misión, a menudo me pedían que tradujera cuando las personas confesaban sus pecados, porque todos los líderes de la Iglesia eran blancos. La gente tenía que contarme sus pecados, y luego yo tenía que contárselos al presidente de estaca o al obispo. Yo solamente pensaba: “Algunos de estos pecados son tan malos y escalofriantes…”. Un día le dije a mi presidente de misión: “A menudo pienso cómo puedo hacer que suene un poco mejor”, porque esos líderes estadounidenses no estaban familiarizados con la hechicería. Una persona decía “este le ha echado una maldición a aquel”, y yo pensaba “santo cielo, ¿cómo puedo traducir esto?”. Algunas personas incluso habían cometido asesinato. Mi presidente de misión dijo: “Si no lo dices exactamente como es, si lo interpretas mal, sus pecados caerán sobre tu cabeza”, a lo que yo respondí “gracias, tengo de sobra con mis propios pecados. De ahora en adelante lo diré exactamente como ellos lo digan”.

Después de mi misión, el élder Brummer… y ahora tengo que confesar mis propios pecados porque yo era Judy Bester cuando comencé, y hacia el final de mi misión el élder Brummer era mi líder de distrito. Pues bien, me casé con mi líder de distrito después de mi misión. El élder Brummer vino y me dijo: “La Iglesia tiene que comprar su billete de avión o de tren. ¿A dónde va a ir?”. Yo había vendido todo lo que tenía para ir a la misión, y cuando comencé mi misión tenía una maleta de ropa fabulosa, pero después de dieciocho meses tenía una maleta de ropa desgastada y ni un penique en el bolsillo. No tenía ni idea de a dónde iba a ir y, ¿recuerdan lo insolente que fui con mi madre? No había manera de que pudiera ir a casa como una hija pródiga. Así que seguí diciéndole al élder Brummer: “Se lo diré la semana que viene”, y él volvía y me decía: “Tenemos que comprar su billete de avión. ¿A dónde va a ir?”. Y yo decía: “Se lo diré la semana que viene, se lo diré la semana que viene”, porque no tenía ni idea de a dónde iba a ir sin dinero y con la ropa desgastada.

Entonces, unas tres semanas antes de que acabara mi misión, recibí un telegrama; no era de mi jefe en Ciudad del Cabo, sino del jefe de este en la central de Johannesburgo. (Un telegrama es como un mensaje de texto pero en papel, para ustedes, los jóvenes). Todavía tengo ese telegrama. Decía: “Póngase inmediatamente en contacto conmigo. Alec”. Así que corrí a llamar al jefe de mi jefe y él me dijo: “¿Desde cuándo eres monja?”36. Creo que las personas que no son miembros no entienden del todo el vocabulario de la Iglesia. Estoy segura de que saben que los mormones hablan diferente. Tenemos otro vocabulario. Yo le dije: “Me quedan tres semanas de misión. Y no soy monja”. Y proseguí: “Acabo tal viernes”. “Lunes por la mañana, a las ocho en punto. Te quiero en la oficina de Durban”, dijo él. Me dieron exactamente el mismo empleo, solo que en la costa este. Me aumentaron el sueldo un cincuenta por ciento. ¿Adivinan a quién llamé? A mi madre. ¿Y adivinan cuán insolente fui entonces? Le dije: “¿Adivinas de quién es esta Iglesia? ¿No te dije que, si hacía esta misión de dieciocho meses, el Señor cuidaría de mí después? Y lo hizo”.

Mis hermanas, yo sé que nunca debemos negar el poder de Dios. Debemos tener fe para caminar por el tablón, y hacer lo que nuestro Padre Celestial desea que hagamos, cuando Él desea que lo hagamos, y saber que Él cuidará de nosotros cuando lleguemos al extremo.

Después de mi misión me pidieron que tradujera algunas cosas para la Iglesia, y una de ellas fue este folleto: Ubungqina Bukamprofethi UJoseph Smith, el testimonio del profeta Joseph Smith37. El élder Brummer y yo viajamos al Templo de Salt Lake y nos casamos allí porque no había templo en Sudáfrica en 1983. Nos trasladamos directamente a Sudáfrica y vivimos en Johannesburgo unos diez años. Ahora tenemos cuatro hijos, pero en aquella época solo teníamos tres. El departamento de traducciones de la Iglesia vino a mi puerta, al norte de Johannesburgo, y dijo: “Tenemos bastantes miembros de la tribu xhosa, miembros buenos, honestos y pagadores de diezmos, como para traducir ya las Escrituras a su idioma”. Recuerdo mi primera reacción; la suya seguramente habría sido la misma: el libro más correcto sobre la tierra, como dijo José Smith38, al idioma más difícil sobre la tierra… Mi primera reacción fue correr a esconderme. Puse todas las excusas. Dije “bueno, en este momento mi esposo es el obispo; justo ahora tengo tres hijos pequeños… no hay manera de que pueda hacerlo”, y sugerí “hay una universidad que cuenta con un profesor de xhosa de raza negra. Estoy segura de que él puede hacerlo”. Le dieron a ese profesor de raza negra las selecciones del Libro de Mormón pero él no entendía el inglés, con las formas thee y thou, así que simplemente escribió otra historia. Le dieron algunos capítulos y me los trajeron para que los corrigiera. Mi amiga dice que todavía se acuerda de lo furiosa que me puse porque él se había limitado a arruinarlo todo pensando “bueno, no se van a enterar”.

Así que luego hablé con Bob Eppel, que se encargaba de las traducciones en Sudáfrica, y le dije: “¿Sabe qué? Esto no es suficientemente bueno. No me estoy ofreciendo como voluntaria para hacerlo, pero solo quiero que sepa que esto no es lo suficientemente bueno”39. Un día, las personas de traducción fueron a mi casa en Johannesburgo. Eran un matrimonio de Salt Lake City y un matrimonio de Sudáfrica, e iban con el élder Gene R. Cook, de los Setenta40. Ellos dijeron: “Elija a tres hermanas de su barrio que vengan a cuidar de sus hijos, que se turnen cada día mientras usted hace la traducción, y nosotros las pagaremos. De verdad sentimos poderosamente que usted debe hacer este trabajo”. El élder Cook puso las manos sobre mi cabeza y me dio una bendición. Todos en la sala sabían que aquella era la razón por la que había nacido de una madre metodista que me había enseñado doctrina mormona. Aquella era la razón por la que había podido permanecer en el rancho diez años en lugar de seis, y aquella era la razón por la que me había inscrito, de manera accidental, en clases de xhosa.

Si hubiera sabido entonces que iba a unirme a la Iglesia y que se me pediría que tradujera las Escrituras, habría permanecido mucho más tiempo en esa clase, y habría prestado más atención.

Para concluir, deseo contarles tres cosas que me sucedieron, las cuales no tuvieron lugar cuando traducía folletos u otras cosas. Traduje el manual de Principios del Evangelio41, algunos materiales para la Sociedad de Socorro y las Mujeres Jóvenes, y algunas canciones. Pero estas tres últimas cosas sucedieron solo cuando tuve el Libro de Mormón, las selecciones del Libro de Mormón en inglés, y estaba traduciendo a mano al xhosa.

La primera fue la oposición. Nos sobrevino una enorme oposición. Mis hijos se pusieron enfermos, uno de ellos casi se muere. La oposición no solo nos afectó a André y a mí; afectó también a las tres amigas que cuidaban de mis hijos e iban a hacer posible aquella labor.

Un día nos sentamos y nos preguntamos, “¿qué sucede?”. Piernas rotas, autos aplastados, niños enfermos y que casi morían… De pronto nos dimos cuenta de que el adversario no quería que el Libro de Mormón se tradujera a la lengua materna de casi ocho millones de personas, porque cuando uno lee el Libro de Mormón en su lengua materna, este conmueve una nueva fibra del corazón, y yo lo sé. Nos negamos a caer en la depresión, nos arremangamos las mangas y dijimos: “Vamos a pelear, y no vamos a dejar que Satanás gane”, y entonces la oposición se disipó.

Lo segundo que me sucedió: Estaba leyendo el Libro de Mormón en inglés y lo comprendía con una claridad que ni siquiera puedo explicar. Era tan claro… Era casi como si yo estuviera allí. Sabía exactamente lo que cada palabra significaba en inglés. Así que fue fácil traducir a xhosa, algo que no me sucede ahora. Lo entendía con una claridad que no puedo explicar, incluso los fragmentos de Isaías, y seguía diciéndome “tengo la sensación de que hay una bombilla que ilumina mi mente. Normalmente no soy tan lista”, y ahora sé que fue un don de Dios. No lo hice sola; tuve ayuda.

Lo sé con absoluta certeza porque, un día, me levanté con el pie izquierdo y hablé mal a todos los miembros de mi familia. Estaba de mal humor y fui a traducir, pero no podía. Estaba atascada en una palabra. Tenía la Biblia en xhosa y lo intentaba. Cruzaba referencias de diccionarios y recuerdo que me dije, “no estoy disfrutando nada de esto. De repente no es fácil”, y era porque estaba de mal humor y el Espíritu se había ido. El don para traducir se me retiraba rápidamente cuando me comportaba mal. Así que pensé: “Es mucho más fácil que te humilles y te arrepientas”, y al día siguiente volví a estar bien.

La tercera y última cosa son los personajes del Libro de Mormón. Sé que el Libro de Mormón fue escrito por antiguos profetas que vivieron en este continente, y que a ellos les importamos lo suficiente como para escribir para nosotros, a fin de que pudiéramos tener la verdad sobre Dios en los últimos días, la verdad que nos hace libres. Sentí las diferentes personalidades. Sentí los diversos caracteres. En ocasiones, cuando uno está traduciendo, no hay una palabra perfecta; hay dos o tres palabras. Yo oraba y pedía al Padre Celestial: “Por favor, ayúdame a saber qué palabra utilizaría Alma”, y al instante lo sabía. Algunos de los profetas parecían más estrictos, y otros más indulgentes. Es igual que cuando tienes un nuevo presidente de estaca u otro obispo, la Iglesia sigue siendo verdadera pero sus personalidades son diferentes. Yo sentía las personalidades de los profetas que escribieron en el Libro de Mormón. Sé que ellos me estaban ayudando, y el velo era muy fino. No lo hice sola, y sé que ellos estaban muy cerca de mí. Sé que el Libro de Mormón es el libro más poderoso; cambió mi vida de la noche al día, y lo he visto cambiar las vidas de muchas más almas de la noche al día.

Me gustaría concluir compartiendo con ustedes mi testimonio, y voy a tratar de traducirlo al xhosa, ya que todavía puedo hablar xhosa. Tengo muchos amigos xhosas que me llaman por teléfono con regularidad, así que todavía lo hablo todo el tiempo, pero no puedo recordar lo que dije hace dos segundos, y esa es la razón por la que no será perfecto.

Deseo dejarles con mi testimonio de que yo sé que Dios puede hacer cualquier cosa, en cualquier lugar, en cualquier momento; que Él es Todopoderoso; que nos ama con un amor infinito. [Hablando en xhosa] Sé que Jesús es el Cristo, que expió por igual mis grandes pecados y los pequeños pecados de ustedes. [Hablando en xhosa] Sé que el Espíritu Santo testifica de la verdad al corazón de los seres humanos. [Hablando en xhosa] Sé que esta es la obra del Señor. Sentí la pasión de Moroni cuando dijo que saldremos triunfantes en estos últimos días, y que debemos llevar el Evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo42. Debemos preparar esta tierra para el regreso de nuestro Salvador.

Soy muy feliz, y sé que la línea entre no avergonzarse y ser orgulloso es muy fina, y yo estoy en el límite de esa línea. No me avergüenzo, casi hasta el punto de estar orgullosa de ser mormona, porque realmente creo que ustedes son los mejores cristianos sobre la faz de la tierra. Y dejo estas cosas y les agradezco su dedicación y sus esfuerzos por edificar este reino. Estoy agradecida por todos ustedes y por la oportunidad de estar hoy aquí para compartir mi testimonio. Y lo dejo en el nombre de Jesucristo. Amén.

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Nuestro Padre Celestial tiene una misión para nosotros, En el púlpito, accessed 23 de noviembre de 2024 https://chpress-web.churchhistorianspress.org/at-the-pulpit/part-4/chapter-52?lang=spa

Notas al pie de página

  1. [1]Judy Brummer, correo electrónico para Kate Holbrook, 17 de agosto de 2015.

  2. [2]Judy Brummer, correo electrónico para Kate Holbrook, 18 de diciembre de 2015; André Brummer y Judy Brummer, entrevista con Edith Baker y Dan Baker, 26 de abril de 2012, pág. 16, James Moyle Oral History Program, Biblioteca de Historia de la Iglesia (CHL, por sus siglas en inglés); Karen Trifiletti, “Methodist to Mormon: An Interview with Judy Brummer”, Up Close and Mormon. Accedido: 15 de julio de 2016, youtube.com.

  3. [3]El hermano pequeño de la hermana Brummer, Norman Bester, que heredó el rancho, compró casas para Maggie, Jane y Lizzie cuando vendió las tierras. (Judy Brummer, entrevista con Kate Holbrook, 1 de julio de 2015, págs. 6–7, CHL).

  4. [4]Brummer, entrevista, pág. 7; André Brummer y Judy Brummer, entrevista, pág. 18; Judy Brummer, correo electrónico para Kate Holbrook, 20 de enero de 2016.

  5. [5]Jeffrey G. Cannon, “Mormonism’s Jesse Haven and the Early Focus on Proselytising the Afrikaner at the Cape of Good Hope, 1853–1855”, Dutch Reformed Theological Journal, tomo XLVIII, nros. 3 y 4 (septiembre y diciembre de 2007), págs. 446–456; E. Dale LeBaron, “Africa, the Church in”, en Encyclopedia of Mormonism, ed. Daniel H. Ludlow, 5 tomos (New York: Macmillan, 1992), tomo I, págs. 22–24.

  6. [6]LeBaron, “Africa, the Church in”, pág. 24.

  7. [7]R. Val Johnson, “South Africa: Land of Good Hope”, Ensign, tomo XXIII, nro. 2 (febrero de 1993), pág. 36.

  8. [8]La hermana Brummer llegó a las oficinas de la misión en Johannesburgo el 27 de septiembre de 1980, y prestó servicio en Queenstown durante dieciocho meses. El Libro de Mormón completo se publicó por primera vez en xhosa en el año 2000. (Rama Queenstown, Misión Sudafricana, informes históricos anuales, 27 de septiembre de 1980, CHL; Trifiletti, “Methodist to Mormon”; Johnson, “South Africa”, pág. 39; Brent Meisinger, correo electrónico para Matthew J. Grow, 26 de enero de 2016).

  9. [9]Trifiletti, “Methodist to Mormon”; André Brummer y Judy Brummer, entrevista, págs. 2–3.

  10. [10]La empresa llegó a ser Ancestry.com. (Brummer, entrevista, págs. 12–13; André Brummer y Judy Brummer, entrevista, pág. 15).

  11. [11]A petición de su obispo, ella limitó sus compromisos como conferenciante a uno por mes mientras sirvió como presidenta de la organización de las Mujeres Jóvenes de su barrio. (Brummer, entrevista, pág. 1).

  12. [12]Brummer, entrevista, págs. 2–3.

  13. [13]Brummer, entrevista, pág. 3.

  14. [14]El Karoo es una región árida del suroeste de África, en los países de Sudáfrica, Namibia y Botsuana. Incluye el desierto del Namib y la sabana del Kalahari. (W. Richard Dean y Suzanne J. Milton, The Karoo: Ecological Patterns and Processes [Cambridge, UK: Cambridge University Press, 2004], pág. xxi).

  15. [15]La escuela privada era la Escuela Diocesana para niñas en Grahamstown, Sudáfrica. La Universidad de Rhodes también estaba en Grahamstown. Gwenna Bester obtuvo una licenciatura en Matemáticas y un diploma en Estudios superiores. (Brummer, correo electrónico para Holbrook, 17 de agosto de 2015).

  16. [16]Gwenna Bester vivió entre 1923 y 2008. (Brummer, correo electrónico para Holbrook, 17 de agosto de 2015).

  17. [17]Moroni 10.

  18. [18]Moroni 10:7, 32–33.

  19. [19]Las personas de raza negra y de raza blanca vivieron separadas en Sudáfrica desde el momento en que Jan van Riebeeck estableció una avanzada neerlandesa en 1652. El apartheid fue un exhaustivo sistema de gobierno de segregación racial entre 1948 y 1994. (Patti Waldmeir, Anatomy of a Miracle: The End of Apartheid and the Birth of the New South Africa [New York: W. W. Norton, 1997], pág. 10).

  20. [20]Australia, dirigida por Baz Luhrmann (Beverly Hills, CA: Twentieth Century Fox, 2008).

  21. [21]Nelson Mandela y Thabo Mbeki fueron los primeros presidentes de Sudáfrica después del apartheid. Mandela fue presidente entre 1994 y 1999, y Mbeki lo fue entre 1999 y 2008. La palabra para el idioma de los xhosas en xhosa es isiXhosa. (Sharlene Swartz, The Moral Ecology of South Africa’s Township Youth [New York: Palgrave Macmillan, 2009], pág. 188).

  22. [22]David R. Wilkerson, con John Sherrill y Elizabeth Sherrill, The Cross and the Switchblade (New York: B. Geis Associates, 1963). La cruz y el puñal es un relato autobiográfico escrito por David Wilkerson sobre sus experiencias en la ciudad de Nueva York a partir de 1958, cuando predicó sobre el amor de Dios y el poder del Espíritu a jóvenes pandilleros, drogadictos, prostitutas y adolescentes que se había fugado de sus casas.

  23. [23]El 9 de junio de 1978, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles de la Iglesia enviaron una carta que anunciaba que todos los varones dignos podrían desde entonces reunir los requisitos para ser ordenados al sacerdocio. (Véase Doctrina y Convenios, Declaración Oficial 2; véanse también Edward L. Kimball, Lengthen Your Stride: The Presidency of Spencer W. Kimball [Salt Lake City: Deseret Book, 2005], págs. 215–235; y Richard E. Turley, hijo, y Jeffrey G. Cannon, “A Faithful Band: Moses Mahlangu and the First Soweto Saints”, BYU Studies Quarterly, tomo LV, nro. 1 [2016], págs. 8–38).

  24. [24]Ese joven granjero era José Smith. Para leer un relato de la “Primera Visión”, véase José Smith—Historia 1:14–20.

  25. [25]Convocado por primera vez en Amsterdam en 1948, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) es una coalición de iglesias que “confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador”. Aunque colabora con el CMI en proyectos concretos, la Iglesia Católica es una de las pocas iglesias cristianas que no son miembros oficiales. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tampoco es miembro. (E. A. Livingstone, Concise Dictionary of the Christian Church [Oxford: Oxford University Press, 2013], pág. 617).

  26. [26]Santiago 1:27.

  27. [27]La hermana Brummer llegó a su primera área el 27 de septiembre de 1980. Inicialmente se le asignó que trabajara como traductora para un matrimonio misionero, Don Eugene y Virginia Poppleton. (Informes históricos anuales de la Rama Queenstown, 27 de septiembre de 1980).

  28. [28]Goliat Kowa llevó a la hermana Brummer y a sus compañeras a visitar las congregaciones que él había establecido, y animó a los miembros a unirse a la Iglesia oficial. A menudo un misionero decía las palabras de la oración bautismal en inglés mientras la hermana Brummer se ponía cerca y traducía la ordenanza al xhosa. El hermano Kowa decidió romper con la Iglesia en diciembre de 1982. (Judy Brummer, entrevista sin grabar con Kate Holbrook, 28 de enero de 2016; André Brummer y Judy Brummer, entrevista, pág. 20; Rama Illinge, Misión Sudáfrica Johannesburgo, informes históricos anuales, 30 de diciembre de 1982, CHL).

  29. [29]Estas son regiones y ciudades con población xhosa en el cabo oriental de Sudáfrica.

  30. [30]Peter Boyton y Nigel Wrench “establecieron contacto con varias personas de raza negra en áreas dispersas, y les enseñaron las charlas”. Al hermano Kowa no se le menciona por su nombre. (Informes históricos anuales de la Rama Queenstown, 2 de junio de 1980).

  31. [31]Los xhosas vivían en Transkei y Ciskei, dos de las diez reservas tribales creadas por comisionados del apartheid durante las décadas de 1960 y 1970 para forzar a los sudafricanos de raza negra a salir de los centros urbanos. El objetivo final era hacer de esas reservas, llamadas bantustanes, entidades independientes, y dejar Sudáfrica como una república de población blanca. Los defensores del apartheid esperaban que los bantustanes alimentarían las lealtades tribales al disminuir la cooperación entre tribus; las reservas eran regiones áridas y masificadas. (Kusum Datta, “Bantustans”, en Encyclopedia of the Developing World, ed. Thomas M. Leonard [New York: Taylor and Francis, 2006], págs. 152–154).

  32. [32]Alfred James Corrigan y Rita Helena Corrigan llegaron a Queenstown el de 2 de junio de 1980. La compañera de la hermana Brummer era Vivienne Howes. (Informes históricos anuales de la Rama Queenstown, 2 de junio de 1980).

  33. [33]Las oficinas del distrito estaban en East London. El 21 de noviembre de 1981, un total de cincuenta y siete conversos fueron entrevistados, bautizados y confirmados en Illinge. Para ayudar a Alfred Corrigan se enviaron más misioneros. Las hermanas Brummer y Augustine Mjeba traducían durante las entrevistas. (Informes históricos anuales de la Rama Queenstown, 21 de noviembre de 1980).

  34. [34]The Gods Must Be Crazy, dirigida por Jamie Uys (Culver City, CA: Columbia, 1980).

  35. [35]Los índices de retención son altos en África. (Sarah Jane Weaver, “LDS Leaders Visit Africa, Say ‘Progress Is Remarkable’”, Church News, 7 de noviembre de 2014; Tad Walch, “Major LDS Growth in Africa Unaffected by Priesthood Restriction, Elder Sitati Says”, Deseret News, 9 de octubre de 2015).

  36. [36]El jefe de la hermana Brummer era Andre Wasseman, y el jefe de Wasseman, que envió el telegrama, era Alec Vella. (Brummer, correo electrónico para Holbrook, 17 de agosto de 2015).

  37. [37]Esta es una referencia al folleto El testimonio del profeta José Smith (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints), que se imprimió por primera vez en inglés en 1970, y que los misioneros utilizaban para enseñar sobre el primer encuentro de José Smith con Dios el Padre y Jesucristo. La traducción de la hermana Brummer se publicó en 1982.

  38. [38]Estas palabras del profeta José Smith están en la introducción del Libro de Mormón, y se tomaron de History of the Church: “Declaré a los hermanos que el Libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro”. (José Smith et al., History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, ed. B. H. Roberts [Salt Lake City: Deseret News, 1902–1912 (tomos I–VI), 1932 (tomo VII)], tomo IV, pág. 461; Wilford Woodruff, diario, 28 de noviembre de 1841, CHL; véase también Scott C. Esplin, “Getting ‘Nearer to God’: A History of Joseph Smith’s Statement”, en Living the Book of Mormon: Abiding by Its Precepts, ed. Gaye Strathearn y Charles Swift [Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 2007], págs. 47–49).

  39. [39]Robert Eppel, que se crio en Sudáfrica y Zimbabue, llegó a ser gerente regional de la Iglesia en Johannesburgo en 1981. (Karen Belliston, “New President Called for Johannesburg South Africa Temple”, Church News, 14 de octubre de 2013).

  40. [40]Gene R. Cook fue llamado Setenta en 1975; se le dio la condición de autoridad emérita en 2007.

  41. [41]Principios del Evangelio (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1978).

  42. [42]Véase Moroni 10:27–28, 32–34; véanse, por ejemplo, 1 Nefi 19:17; Mosíah 3:20; Mosíah 15:28; y Apocalipsis 14:6.